En una sesión sin precedentes, mujeres líderes, víctimas, activistas LGBTIQ+ y ciudadanas indignadas alzaron su voz y destaparon el verdadero rostro de la administración municipal de Soacha. Las cifras son escandalosas: mientras el Secretario de Gobierno se ufana de haber disminuido los casos de violencia contra la mujer, las estadísticas oficiales demuestran lo contrario. “¿Cómo se atreve a decir que han bajado los casos si pasamos de 117 en 2024 a 204 en lo que va del 2025? Si seguimos así, vamos a cerrar el año con 758 casos. ¡Deje de maquillar la tragedia!”, denunció la presidenta del Consejo Consultivo, Fabiola Escobar, con contundencia.
Pero las cifras solo son el principio del caos. La inexistencia de estrategias de prevención, una ruta de atención obsoleta y excluyente —con direcciones mal actualizadas y pasos incoherentes— y comisarías insuficientes para una ciudad con más de 800.000 habitantes, dejan a las mujeres soachunas en un estado de total desprotección. “Aquí no hay prevención, solo contamos casos como si fueran trofeos del abandono”, expresó otra de las lideresas, exigiendo una verdadera agenda de género y seguimiento real al plan de desarrollo.

La comunidad LGBTIQ+ también destapó la farsa de la “inclusión”. Mujeres trans denunciaron que son ignoradas, invisibilizadas y hasta burladas por los funcionarios. Festivales prometidos son saboteados desde adentro, se manipulan presupuestos, se niega el acompañamiento y hasta se vulneran los pronombres en los formularios oficiales. “Nos están tratando como si no existiéramos, como si fuéramos estorbo. ¡Basta ya de esta violencia institucional!”, gritó entre lágrimas Mía Alejandra, una activista trans víctima de múltiples exclusiones.
Y como si fuera poco, la Casa Social de la Mujer es una metáfora viva del estado del municipio: “Plantas secas, rejas oxidadas, infraestructura en ruinas. ¿Este es el ‘compromiso’ con las mujeres?”, cuestionó la presidenta del Consejo Consultivo. La desidia no solo se ve, se huele. Soacha está al borde del colapso en materia de derechos humanos y equidad de género. El llamado fue claro: “Sin comunidad no hay transformación. ¡No más discursos, exigimos acción y justicia!”.
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