Este 2025, las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela han estado marcadas por una combinación de acercamientos diplomáticos y duros choques políticos. Desde que Donald Trump asumió su segundo mandato el 20 de enero, ambos gobiernos —sin vínculos oficiales desde 2019— han protagonizado episodios que van desde cooperación humanitaria hasta sanciones económicas y amenazas militares.
Del diálogo inicial a las sanciones
El primer momento de tensión llegó con la designación del Tren de Aragua como grupo terrorista y la revocación del Estatus de Protección Temporal (TPS), que afectó a más de 600.000 venezolanos en EE.UU..
Pese a ese inicio, a finales de enero se produjo un contacto directo: Richard Grenell, enviado especial de Trump, se reunió con Nicolás Maduro en Caracas. Este encuentro permitió la liberación de seis estadounidenses detenidos y abrió paso a un proceso de deportaciones de migrantes venezolanos.
Sin embargo, la distensión fue breve. Washington intensificó la presión con la incautación de aeronaves vinculadas a Maduro, la suspensión de la licencia de Chevron para operar en Venezuela y la imposición de aranceles del 25% a países que compraran petróleo venezolano.
Intercambio de prisioneros y breve alivio
En julio, ambos países vivieron un respiro con un intercambio de prisioneros a gran escala. EE.UU. facilitó la devolución de más de 250 venezolanos encarcelados en El Salvador, mientras Caracas liberó a 10 estadounidenses y a decenas de presos políticos. Además, Chevron recuperó su licencia para operar en el país, lo que fue visto como un gesto de pragmatismo en medio de las tensiones.
Pero el alivio duró poco: Washington designó al Cartel de los Soles como organización terrorista, acusación rechazada tajantemente por el gobierno venezolano.

Escalada militar en el Caribe
El punto más alto de la confrontación se dio en agosto, cuando Trump duplicó la recompensa por la captura de Nicolás Maduro a 50 millones de dólares y desplegó más de 4.000 marines en aguas del Caribe, bajo el argumento de reforzar la lucha contra el narcotráfico.
La respuesta de Caracas fue inmediata: Maduro convocó a 4,5 millones de milicianos para la defensa del territorio y advirtió que “ningún imperio tocará suelo venezolano”.
Un desenlace incierto
Hoy, el vínculo entre Washington y Caracas oscila entre momentos de diálogo y una confrontación cada vez más militarizada. Mientras EE.UU. busca presionar con sanciones y amenazas para forzar cambios en el poder, Venezuela refuerza su narrativa de resistencia y soberanía.
El desenlace sigue siendo incierto: ¿prevalecerá la negociación que permita aliviar la crisis social y migratoria, o se impondrá una espiral de sanciones y amenazas militares que acerque a la región a un escenario más riesgoso?
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